Les dejamos este texto que fue escrito y leído por María José Durán (@puntoylineasobreplano) en nuestra reunión mensual:
"Voy a comenzar
leyendo para entregarle un poco de espacio a la mente, para que ésta encuentre
un leve descanso. Hablar en público puede ser intimidante. Existen mentes que
al sentirse observadas, aceleran los procesos. Los pensamientos hablan, las
emociones reactivan la piel y la energía que recorre el cuerpo es un poco
abrumadora. A veces, todo se nubla, al igual que las neblinas de mañana y toma
un tiempo volver a divisar con más claridad y calma las ideas que quieren ser
comunicadas. Y Bueno es que el textil no es una práctica ajena a este tipo de
experiencias. Sentarse a bordar es un acto en que se reposa el cuerpo sobre una
superficie. Los latidos del corazón se calman y entramos en un ritmo
coordinado, entre la mano, la aguja y el género. Es una especie de baile al
ritmo de los latidos. La rabia al penetrar en forma de aguja, se hace suave a
la piel de las telas. La mente entonces, comienza a hacer lo suyo. Comienza a
pensar.
El cuerpo en
reposo, la mano bailando y la mente murmurando el pasado. El cuerpo en reposo,
la mano bailando y la mente soñando el futuro. La mente calculando, la mente
criticando, la mente exigiendo, la mente amando, la mente divagando, la mente
en paz. En eso, la aguja punza la piel, Ouch!!. Despierto de ese somnífero
pensar, agotador, insaciable a veces.
En el textil
aparece este aparentemente dormido actuar de la mente. El placer de los
colores, hilos, lanas y géneros es una especie de descanso, un respiro entre
medio de esta intensidad. Pero al igual que la voluntad de una semilla para
romper en flor y luego en fruto, la mente, la respiración y el corazón son
capaces de transmutar una experiencia que de poder ser dolorosa, se transforma
en amorosa, gracias al textil.
¿Entonces qué
hace la práctica del textil en el universo femenino de contexto patriarcal?
Claro está, que no nos enseñaron a aceptarnos.
Más bien, el juicio, la culpa, el perfeccionismo, la carencia, nos habitaron
por siglos de siglos como hijas de un sistema violador. El textil se transforma
en lenguaje. Es la voz de las sombras que al sentarse la mente murmura. El
textil posee una misteriosa forma de situarnos en el presente. A solas puede
ser un viaje sanador, en colectividad es una trama.
El textil es
reparación. Une, hila, entreteje, zurce, reconstruye, construye, transforma. Es
un soporte, como una arquitectura para el alma.
El textil es más
del corazón que de la mente. Aunque también es incómodo. No siempre sentimos
alivio. A veces también agobio, ansiedad. El cuerpo nos habla. Será la mente la
de aquel agobio o será el cuerpo?
Así cuando nos
sentamos en la cama, en el escritorio, en el sillón acarreamos una nube de
información. En esa habitación o en el centro de un paisaje no solo somos
nosotras además es todo aquello que viene a mirarnos antes y después de ese
momento entre la aguja, la tela y el yo. Todo eso del antes, ahora lo
escuchamos, solo que muchas veces no lo sabemos.
¿y como lo hará
la araña cuando teje su hogar? ¿o el gusano de seda para crear su capullo?
Un capullo que
es una sola línea, un solo filamento de 1.5 kilómetros de largo. ¿Cómo lo
harán? Claramente su ingeniería no es fruto de algo humano. Sabemos que su
instinto es perfección pero no ajeno a la experiencia que si podemos alcanzar
siendo humanas despiertas. Arañas y gusanos libres de la mente nos enseñan de
belleza no solo como el fruto de su actuar, pero en la energía de su hacer. La
voluntad de crear. Es un instante, no implica esfuerzo, nace del centro y es
desinteresada, Es ahí donde el humano retorna a su animal, se transforma en
naturaleza. En esa voluntad existe la energía equilibrada con los ritmos
cardiacos y nuestra respiración, es un lugar sin ansiedad. Ahí hay un baile
creativo de energía misteriosa y fértil.
Por eso el
quehacer textil al igual que el de la creación , con mayúscula, son
principalmente de la mujer.
Bueno, y así es
como este mundo de puntadas, estas también son contracciones. Damos a luz,
revelamos, es decir volvemos a velar la imagen ante la luz, la sacamos de la
penumbra de la mente y por medio del impulso de la voluntad, esa energía fértil
e infinita para crear reparamos y reconstruimos alineadas a un bien mayor. No seremos más hijas automatizadas de ojos
cerrados por que el mundo nos duele y por ello nos sostenemos para continuar
tejiéndonos, hilándonos y bordándonos en el nuevo paisaje chileno."
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Foto: María José Durán |
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